Hará unos cinco años conocí a Ana. No, así no. Mejor, hace tres comencé a conocerla. Fue tras el nacimiento de mi hijo Fede. Uno de los cambios que conlleva ser padre o madre, por lo menos en mi caso, es que surgen nuevas amistades a raíz de los niños y las nuevas rutinas en las que te ves inmerso. Ana es... Ana es Ana. Es un torrente de energía que a veces resulta imparable y otras muy reparador la verdad. Es una luchadora, una guerrera, una revolucionaria, una guerrillera. Es una fuente de contrastes maravillosos, a mi me lo parece. Es dura y sensible. Es comprensiva y, a veces, tirana. Es alegre y risueña, y seria, y algo enfaduca en ocasiones. Y muy pero que muy ordenada, aquí no hay contraste que valga. Ana es Ana. Simplemente Ana.
Es mujer, eso lo primero, feminista, madre y consultora de genero. Si consultora de genero. Esa misma cara que ponéis es la que se me quedo a mi cuando me lo dijo. Y es aquí, cuando entra ese antes y después en mi vida tras entablar amistad con Ana. Conversando, dialogando, comunicando y compartiendo ideas ella me hizo ver que yo, si yo, era machista. Machista encubierto. Si, de esos que dicen "No, si yo no soy ni machista ni feminista. Yo utilizo el sentido común". Y me di cuenta de que esos somos los peores porque pensando que no somos machistas y que hacemos bien, al final, trasladamos ese machismo encubierto a nuestro hijos e hijas. Fue como si Ana, también ayudo y mucho mi pareja, me diera las píldora roja de Matrix.
Y desperté.... Desperté a una realidad camuflada por la cultura popular, la publicidad y otras muchas cosas. Con el tiempo fui siendo mas consciente de que si no eres machista es porque eres feminista. Aquí no hay termino medio. Aquí no hay grises. Ser feminista es algo tan sencillo como igualar a ambos géneros en todos los planos de la vida, social, económico y político. Dar las mismas oportunidades y derechos a mujeres y hombres. Hablando en cristiano, dejar de ayudar en casa y hacer la casa. Dejar de cambiar los pañales y recoger del cole a los críos, parque, baños, cena, cuento, dormir. Dejar de hacer la paella los domingos y cocinar casi todos los días. Que el pediatra te conozca mas o igual que a tu mujer. Renunciar a parte de nuestra vida laboral en favor de la familia y de la profesión la pareja. También dejar de utilizar términos femeninos para menos preciar a los demás. Términos como "hijo de puta". Por que no "hijo de un cabrón"?
Podría estar escribiendo todo el día. Así que no se muy bien que es ser Consultora de Genero pero me suena que es hacer lo mismo pero con empresas y organismo públicos. Coger la píldora roja y dársela para que despierten a la realidad del patriarcado, y corregir esas conductas y comportamientos en pos de un reconocimiento de las capacidades y derechos del genero femenino e igualarlo al masculino.
Dicho esto. Gracias mil Ana por ser tu. Simplemente Ana.
Gracias por la pastilla roja.